Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
El Universal
Viernes 14 de abril de 2006
Primera sección
Tocado en sus expectativas, Andrés Manuel López Obrador ha estado fustigando a medios de comunicación porque los siente parte de una campaña en su contra. Esta semana acusó a Televisa, y en particular a su programa cómico "El privilegio de mandar", de formar parte de un contubernio político encabezado por el ex presidente Carlos Salinas, financiado por el banquero Roberto Hernández, y con la complicidad de Emilio Azcárraga Jean, para aplastarlo porque no quieren "perder sus privilegios". O sea, Salinas está haciendo todo esto para impedir perder el privilegio de cobrar su pensión como ex presidente; Hernández teme que algo le suceda como accionista de Citibank, el banco más grande del mundo que incluye entre sus propiedades a Banamex; y Azcárraga, que tiene la cabeza metida en mantener contentos a sus inversionistas en Wall Street con buenas utilidades, ve en López Obrador su Némesis. ¿Tiene lógica?
Más aún, en el programa de televisión que utiliza como vehículo de propaganda, que compró como espacio comercial en Televisión Azteca, aseguró que los medios tienen "la obligación" de ser objetivos e imparciales. ¿Un medio privado tiene esa obligación? Un periódico ampliamente identificado con él, La Jornada, ¿tiene la obligación de ser objetiva? La Jornada, como medio de propiedad privada, no tiene esa obligación. Responde a sus lectores y a sus anunciantes para que le financien esa política editorial, pero nadie la puede obligar, bajo ninguna circunstancia que no sea el reclamo de esas dos partes, a que den cobertura equilibrada a los asuntos de interés público, ni que le den cabida justa y equitativa a quienes piensen diferente de ella.
Hay otros medios que dan cabida a las diferentes expresiones de la sociedad, pero no por obligación, sino por una concepción diferente de responsabilidad social. Los únicos medios de comunicación que tiene la obligación social y política de ser "objetivos e imparciales" son los públicos, cuyo financiamiento sale de los impuestos de los contribuyentes, por lo que la rendición de cuentas es con la sociedad en su conjunto.
El argumento de López Obrador sobre el deber ser de los medios privados no se sostiene al confundir o desconocer la esencia de éstos. También es endeble su afirmación sobre la parcialidad de los medios. De acuerdo con el monitoreo de la Comisión de Radiodifusión del IFE, en su análisis de contenidos de 123 noticiarios de televisión y 206 de radio, sólo en 4.5% se ha encontrado información parcial hacia uno de los candidatos a la Presidencia, entre los cuales no se incluyen los principales informativos de la televisión mexicana conducidos por Joaquín López-Dóriga en Televisa, y Javier Alatorre en Televisión Azteca, quienes han mantenido la equidad al informar sobre los cinco aspirantes a la Presidencia. El IFE monitorea de manera adicional 17 programas de televisión y 15 de radio que no son noticieros, como "El privilegio de mandar", que en su última emisión le dedicó la mitad de su tiempo a hacer una parodia de López Obrador utilizando la frase pronunciada por el perredista sobre las chachalacas, dibujando en su reiteración retórica su talante intolerante.
A López Obrador, que sí dijo chachalaca al presidente Vicente Fox y se mostró intolerante con las declaraciones del mandatario en su contra, no le gustó que hicieran mofa de él. No dijo nada hace un año cuando el mismo programa dedicaba toda su emisión a hacer burla de todos los políticos que se estaban enfrentando a él en el caso del desafuero, mientras que él salía tan bien librado que el personaje que lo interpreta adquirió notoriedad en publicaciones de corte política y motivó, como programa en su conjunto, que se realizaran reportajes en la prensa extranjera. El propio gobierno federal nunca ha buscado su censura pese a que Fox siempre aparece como lelo y Marta Sahagún como una mujer ambiciosa, por no hablar de Felipe Calderón que también es caracterizado como tonto, o Roberto Madrazo, a quien en cada programa se le resalta lo escurridizo y poco confiable que es la percepción entre los mexicanos.
López Obrador, el candidato presidencial más mediático, está tocado por la propaganda negativa del PAN y emite señales ominosas sobre su talante excluyente y, podría argumentarse, autoritario. Desde hace varias semanas, periodistas que lo siguen en su campaña se vienen quejando del maltrato de su equipo, que ha llegado a momentos donde para tratar de dispersar a la prensa, les ha embestido con vehículos, arrollando ya a algunos y provocándoles, hasta ahora, heridas menores. De igual forma, sólo el fotógrafo de La Jornada y el camarógrafo de la agencia Detrás de la Noticia de Ricardo Rocha, que es la productora de su programa mañanero en Televisión Azteca, tienen acceso privilegiado a sus actos. Desde hace tiempo denuncia a sus críticos, como sistemáticamente ha sido contra el periódico Crónica, y cuando no le gusta lo que dicen de él descalifica a sus autores y dice con enorme ligereza que son parte de la conspiración en su contra.
Su campaña tiene un centro de respuesta rápida que hablan a noticiarios de radio para denostar a quien osa hablar mal de él, o envían correos electrónicos insultantes a quien escribe en disenso. El tono es intimidante y llega a amenazas, similares o peores de las que ahora los suyos se quejan que recibieron.
La intolerancia es la marca de los fanáticos. Los amigos de López Obrador son idénticos en belicosidad a los amigos de Fox, en el año 2000 y hoy en día. La diferencia entre ellos es semántica. Fox, quien ha dado muestras objetivas de atacar la a libertad de expresión, mantiene un discurso de defensa de esa libertad, mientras López Obrador ni siquiera pierde tiempo en la simulación. Dice que respeta esa libertad después de mancillarla. Esta semana fue prueba de ello, para no ir más lejos. Quiere meterse en los contenidos de los medios privados para censurar. No es Manuel Clouthier quien en los 80 pidió a la gente que no viera Televisa, en protesta por su parcialidad. Era su derecho y el de la gente a cambiar de canal.
López Obrador quiere ver los contenidos para denunciar todo aquello que no le guste. El primer caso, en los tiempos del autoritarismo rancio, fue un ejercicio democrático. En el segundo, López Obrador evoca el viejo autoritarismo y amenaza, como en el pasado, con reprimir, controlar y censurar. Olvida que esos tiempos ya pasaron y que el sistema político está abierto, en construcción democrática, lo cual es un proceso de aprendizaje continuo. Ojala y también el candidato puntero pasara por ese salón de clases.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com